lunes, 20 de abril de 2009

El terrorismo es un actor político contrarrevolucionario

De sábado a sábado
Remberto Cárdenas Morales
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La información de la que se dispone permite constatar que, en Santa Cruz el último jueves, se desarticuló a terroristas cuyo probable jefe, Eduardo Rozsa Flores, combatió como mercenario en el ejército croata, en la guerra de los Balcanes, la que acabó con la agrupación de repúblicas que constituían Yugoslavia, un Estado “autogestionario” y parte del entonces campo socialista.
De esos sicarios extranjeros conocemos poco, de los que sobre todo urge establecer (y esperamos se lo haga pronto) por quiénes fueron contratados o “seducidos” para operar en Santa Cruz y en Bolivia, y en favor de qué causa; aunque ciertas evidencias permiten presumir que esa causa no es otra que la de la Nación Camba y de la Unión Juvenil Cruceñista (UJC).
Los indicios apuntan, asimismo, a suponer que esos sicarios (quizá otros sigan ocultos) son parte de los grupos armados que, se sabe, se mueven como el pez en el agua en Santa Cruz, con la protección de las principales autoridades regionales, dirigentes cívicos y empresarios que asumen la autonomía separatista, es decir, los que continúan acariciando la separación territorial, de Santa Cruz y otras regiones, respecto de Bolivia.
Acaso sea posible constatar el tiempo de residencia en Bolivia y el momento de las acciones terroristas, así como otro tipo de trajines de esos presuntos o reales mercenarios para ubicar, con la mayor precisión posible, la coordinación suya con la derecha y/o la ultraderecha cruceña y de la media luna, así como el acompañamiento de la conspiración que tiene lugar en lo que va del gobierno de Evo Morales: hablamos de la toma de instituciones estatales y agresiones diversas a pobladores identificados como simpatizantes e integrantes del gobierno y del MAS.
Los abatidos en Santa Cruz (el boliviano Eduardo Rozsa Flores, un irlandés y un rumano) y los detenidos e investigados en La Paz (un boliviano con el grado de capitán del Ejército nacional y un húngaro), por las armas y explosivos de los que disponían y por sus nexos con la Nación Camba y la UJC, se deduce que sirvieron a los opositores de Evo Morales. Cabe esa lectura de los hechos, si se la hace sin los prejuicios, para entender las cosas como son y nunca como lo hace el Prefecto de Santa Cruz el que, suelto de cuerpo, señaló que los presuntos terroristas son delincuentes comunes o, lo que dicen otros, también opositores, que esos probables sicarios son un invento del gobierno o que dentro de ese caso es dudoso el comportamiento de la Policía Boliviana.
Que unas armas (la descubiertas) hayan sido guardadas en depósitos de teléfonos automáticos del campo ferial cruceño, no puede servir para considerar que aquel grupo estaba integrado por simples aprendices, sólo expertos en el uso de armas blancas o por duchos francotiradores. Y aunque algunos analistas reclaman pruebas ya sobre la filiación de los terroristas del grupo encontrado en Santa Cruz, por lo que se sabe, es un destacamento político que recurre al terror como método, incluso para propagar su discurso y la violencia que ejercen.
Los voceros de la derecha, preguntémonos por qué, cuando menos tratan de poner en duda los acontecimientos (incluidos los luctuosos), que preocupan y mucho a la gente con sano juicio de nuestro país. Se duda del enfrentamiento y los que dudan sugieren que a los encontrados en el Hotel Las Américas de la ciudad oriental se los acribilló porque no hay rastros de que ellos se hayan defendido “a tiros” o que el día del atentado contra la casa del Cardenal Terrazas aquellos huéspedes no salieron de ese Hotel, como informó su Gerente a medios de difusión. Habrá que advertir, sin embargo, que ese funcionario, por lo que declaró, parece más un informante en favor de los violentos, en vez de un administrador hotelero.
Otros medios de difusión, especialmente televisoras, entregaron datos sobre las múltiples actividades del posible jefe de los sicarios (que matan a cambio de una paga) con los que destacan el talento de Rozsa Flores o su simpatía por el Che. Se sabe que lo que un medio de difusión dice o calla tiene un determinado propósito: no hay noticia que sea desinteresada y callar el lo mismo que mentir, para decirlo con Espinal.
Lo que no se debe ocultar de Eduardo Rozsa Flores es que, junto con sus padres y su hermana (probablemente la que recogió su cadáver), vivió exiliado en Chile de Allende; luego del golpe de Pinochet, toda esa familia residió asilada en Suecia y acabó, también refugiada, en Hungría. En aquel país, aún socialista, E. Rosas Flores, entre otras cosas, fue miembro de la seguridad estatal (posiblemente militante del Partido Comunista de ese país europeo) y desde allí (1991) partió hacia Croacia donde ayudó, en el “momento preciso” como él confiesa en su blog, a separar a las repúblicas otrora yugoslavas y a sepultar el socialismo que allí aún existía.
Ante lo ocurrido en el Hotel las Américas de Santa Cruz estamos llamados a realizar una lectura correcta de esa realidad. Y en este momento tratar de entender, sin preconceptos, los resultados de las acciones terroristas sucedidas en Bolivia en el último tiempo y, particularmente en Santa Cruz, cuya existencia no se la puede negar. Esas acciones son atribuidas a la célula comandada por Rozsa Flores, cuyas armas de las que eran portadores denuncian, asimismo, que aquéllos eran parte de un destacamento irregular que al menos organizaba acciones bélicas.
El terrorismo individual, el que se desplegó particularmente en Santa Cruz, busca acobardar, desorganizar, desunir, paralizar, anular el quehacer político de la gente del pueblo. El terrorismo persigue, también, que sobre todo las capas medias de la población desprecien la política, siembra dudas ideológicas en sectores de ellas y/o ablandan la conciencia, a veces, de los mejor pintados.
El accionar terrorista tiene como protagonistas, con mucha frecuencia, a ultranacionalistas, racistas, sionistas, fascistas. Acaso para desinformar, y con certeza para causar zozobra, en ocasiones, los terroristas que son el prototipo de gente con un comportamiento antidemocrático, despliegan el terror entre personas de las clases sociales dominadoras y explotadoras, específicamente, contra empresarios o personalidades destacadas.
Asimismo, es la práctica la que se encarga de comprobar que el terrorismo es contrarrevolucionario. Incluso es un ejemplo de la antipolítica, aunque es un actor político.
Como recordó la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos, al rechazar el atentado a la casa del Cardenal Terrazas, en Bolivia, el terrorismo fue la antesala de golpes de estado. Esta instancia al respecto dijo:
“Durante la dictadura de René Barrientos (1964-1969), el entonces Ministro de Gobierno, en la noche hacía estallar bombos en casas de opositores y partidarios de ese régimen y, al día siguiente, en conferencias de prensa, denunciaba los actos terroristas del “castrocomunismo” y de los extremistas.
Semanas antes del golpe de Hugo Banzer, el Ejército Cristiano Nacionalista (se conoce la confesión de uno de sus miembros), ejecutó actos terroristas preparatorios del golpe sangriento del 21 de agosto de 1971.
Antes del golpe narcofascista de García Meza y Arce Gómez, operadores al servicio de éstos asesinaron a Luis Espiral e hicieron estallar una bomba en El Prado de La Paz, ocasión en la que murió un adolescente y fueron heridos varios de los que asistían a una marcha”.
En ese período de la dictadura narcofascista, operaron en el país los “Novios de la muerte” (paramilitares) con integrantes extranjeros con antecedentes indudables de terroristas.
Ahora, siquiera como denuncia debemos recoger lo dicho por funcionarios del gobierno: que los terroristas de marras tenían entre sus objetivos acabar con la vida del Presidente y Vicepresidiente de la República, y del Prefecto de Santa Cruz.
Apoyados en las afirmaciones prececentes, lo esencial frente a los hechos a los que se refiere esta nota, además del esclarecimiento y castigo a los culpables (previo proceso debido), es redoblar la defensa del actual proceso y la vida de sus dirigentes y militantes más consecuentes que podrían ser los que están en la mira de terroristas los que, con mucha probabilidad, estarán agazapados hasta que se descuide la guardia que debe mantener hacia ellos.
Anticipamos que la muralla contra el terrorismo en nuestro país (que tiene un marcado sello individual), debe ser la lucha organizada, unida y consciente del pueblo.
Más todavía, la actividad de estos días, en primer lugar, de los que apoyamos el proceso y al gobierno (con las críticas inevitables a éste), debe ser nuestra participación en el más amplio esclarecimiento del contenido y la forma del terrorismo que, desde Santa Cruz, desplegó una labor criminal, la que se podría reproducir, en contra de los cambios y del gobierno.
La Paz, 18 de abril de 2009.
* Periodista