De sábado a sábado
Remberto Cárdenas Morales*
La Convergencia por los Cambios (CC) considera urgente sumar su acción para defender, consolidar y profundizar el proceso de reformas avanzadas que apunte hacia una nueva sociedad socialista multinacional y multicultural, dice una plataforma de esta agrupación que, agrega, estar dispuesta a entregar su aporte a la construcción de un amplio movimiento social y político, de un frente y a la construcción de un partido marxista-leninista con aportes criollos y latinoamericanos. Y propone tareas de las que ofrecemos un resumen en este espacio:
La CC declara su propósito de aportar a la construcción de la unidad, organización y educación política del pueblo boliviano para lo que concentrará su actividad, especialmente, entre las capas medias de la población y entre los asalariados.
El propósito principal, dice, es aportar a la articulación de una dirección política colectiva, cuyo centro motriz postula que sigan siendo los movimientos sociales (la fuerza fundamental de los cambios actuales) y el MAS. Esta fuerza social reconoce el liderazgo del presidente Juan Evo Morales Ayma, comportamiento que dice compartir la CC.
En materia política, la CC, sostiene que “La nueva Constitución Política del Estado (CPE) ayudará sobre todo a la resolución de las contradicciones que afectan, en particular, a los pueblos indígenas o nacionalidades explotados y oprimidos, y a los campesinos. Sin embargo, algunas contradicciones clasistas al menos se agudizarán con la aplicación de aquella reforma jurídica y política que la CC apoya aunque de manera crítica; comportamiento que en ningún caso restringe sino que reafirma su compromiso de convertirse, junto con las vanguardias de este tiempo, en actora de primera línea de la lucha por los cambios en Bolivia”.
Recuerda que las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional son organismos de sustentación del viejo Estado y a los que se espera sustituir, para lo que la CC propone afianzar la alianza entre las Fuerzas Armadas, los movimientos sociales, el MAS y el Presidente de la República, cuyo liderazgo es reconocido por aquellas instituciones. No obstante, es necesario avanzar hacia la organización de una fuerza propia del actual proceso Sin embargo, anota, las masas en movimiento, unidas y organizadas son la principal garantía de la defensa, consolidación y profundización del proceso que cambia a Bolivia.
Postula un nuevo Poder Judicial y plante luchar contra la corrupción.
Esta Convergencia considera que dentro del proceso boliviano la lucha de ideas resulta primordial. Por ello, sin perder de vista que el pueblo se forma políticamente en la lucha cotidiana, afirma que la formación y conciencia política también se desarrolla mediante cursos y/o talleres de diverso tipo, a lo que la CC contribuirá de manera constante.
Esa agrupación señala que aportará en la articulación de un nuevo periodismo y en la formación de nuevos medios que informen con veracidad, que ayuden a la comunicación del pueblo, que opinen con responsabilidad y que analicen con ética. Este nuevo periodismo y los actores de ese oficio, en pos de aquella meta, tienen que ubicar los verdaderos intereses regionales, populares y nacionales para defenderlos como derechos colectivos. El planteamiento comprende la difusión de ideas para “sembrar conciencia”, destinada a ganar la lucha ideológica que ayude al pueblo a defender, consolidar y profundizar los cambios en Bolivia.
La CC aportará en la elaboración de la teoría de la revolución boliviana , anota.
La recuperación plena de los recursos naturales es un quehacer inconcluso por lo que la CC participa de las acciones destinadas a rescatarlos para Bolivia y el pueblo boliviano. Una meta básica que apoya la CC es la industrialización de los minerales: acería con el hierro del Mutún, la obtención del litio metálico del salar de Uyuni, la ampliación de la fundición de minerales de estañoen Vinto, el funcionamiento de la fundición de plomo-plata de Karachipampa, entre otras.
Apoya el saneamiento de tierras agropecuarias y forestales (operación técnica, jurídica y política), la que tiene como propósito manifiesto la dotación de tierra y territorio a pueblos indígenas, campesinos y colonizadores en propiedad colectiva, la que comprende el solar campesino de propiedad individual y familiar; aquél como parte de la propiedad colectiva. (Un ejemplo es lo que ocurre ahora en Alto Parapetí).
Destaca la defensa de los recursos naturales renovables, su utilización en servicio de los bolivianos y su reposición posible y necesaria. Se trata, además, del uso y defensa de la biodiversidad, de los bosques del Beni y otros lugares (hábitat natural de los pueblos indígenas), de los recursos hídricos, como los del Silala o las salmueras del salar de Uyuni, la recuperación de los suelos erosionados, así como la búsqueda de que cese el uso irracional de otros suelos.
Sobre todo en tiempos de crisis alimentaria, como la que se vive y que afecta especialmente a los pobres (también en Bolivia), la CC es parte de la lucha tendiente a conseguir la soberanía en este rubro.
De inmediato, la CC respalda las acciones destinadas a enfrentar la crisis económica interna y la que lleva de fuera, como la inflación, la desocupación, la merma de la capacidad de compra de los bolivianos.
De lo que se trata, destaca, es de avanzar hacia la organización de una “economía de transición” que desarrolle las formas de propiedad actuales (estatal, privada, comunitaria, social-cooperativa y mixta) e incorpore una propiedad social.
La CC, en la medida de sus fuerzas, respaldará la campaña de posalfabetización “Yo, sí puedo seguir”
Apoyará, también, una reforma de la educación, también de transición, que asegure la articulación de la escuela-trabajo, de la escuela para la vida y la liberación de los bolivianos.
Será protagonista de una reforma o “revolución” universitaria que convierta a las casas de educación superior en una de las fuerzas motrices de las reformas avanzadas en Bolivia.
Buscará que el servicio de salud sea de veras universal y gratuito de modo que se supere una realidad contradictoria: médicos semiocupados o desocupados en las ciudades y enfermos sin atención en salud, sobre todo en el agro. Asimismo, se emprenderán gestiones para conseguir que la medicina “académica” comparta responsabilidades con la medicina “tradicional”.
Luchará por una ley de pensiones que materialice los principios de solidaridad, continuidad del servicio, financiado con aporte tripartito: empresarios, Estado y trabajadores.
La CC apoya el desarrollo de una política internacional soberana, como la que aplica el actual gobierno.
Respalda toda acción para alcanzar la integración de nuestros pueblos y países de Latinoamérica y del Caribe, así como la organización de mercados comunes o de instancias como Unasur, las que superan el comportamiento dependiente imperante en la OEA, especialmente otrora, para aislar a Cuba y su revolución, y para mantener la guerra comercial imperialista contra la isla socialista.
Apoya al gobierne que desarrolla relaciones internacionales solidarias, preferentemente, con Cuba, Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Argentina, Brasil, Chile, los que cambian en beneficio, especialmente, de nuestros pueblos.
La CC es internacionalista sin reservas.
La Paz, 21 de febrero de 2009.
*Periodista
jueves, 26 de febrero de 2009
jueves, 5 de febrero de 2009
La nueva CPE es una reforma jurídica y política de la esperanza
Remberto Cárdenas Morales*
En la todavía limitada democracia en la que antes la derecha se movía a sus anchas, el pueblo que marcha con botas de siete leguas aprende y enseña mucho en un escenario al que otrora se lo convocaba a veces, y al que ahora concurre con más frecuencia y en el que ganamos como para saltar de contentos; tanto, que intelectuales que ayer coqueteaban con “las masas” y cuya obra se inspiraba en sus luchas, actualmente reniegan, por ejemplo, ante los referéndum.
Es que se altera el actual régimen democrático por la acción de los trabajadores y el pueblo, de los campesinos e indígenas especialmente, porque ellos son los actores políticos de las transformaciones, las se acentuarán con la nueva Constitución Política del Estado (CPE), destinada a convertirse en la reforma jurídica y política más importante de la transición boliviana (con las leyes que la deben complementar), pero en la medida en que se aplique sin concesiones que provoquen regresiones. Si para lograr ese objetivo es necesario un acuerdo político gobierno-oposición, que se establezca, pero de él tienen que ganar las regiones, el pueblo y el país.
Se trata, pues, del alumbramiento de otra institucionalidad y de otra legalidad, las que no sólo tienen que ser amamantadas y creer, sino que deben vencer la resistencia de la derecha, en sus más distintas variantes, la que tiene apoyo del imperialismo. Esa nueva institucionalidad y esa nueva legalidad, al fin de cuentas, se convertirán en dominantes un día, por ello resulta un lamento agónico el de voceros del viejo orden que reclaman respeto al derecho de las minorías. Éstas tienen derecho a existir, incluso según las recientes reglas. Sin embargo, de las viejas reglas, una no tiene que sepultarse: las minorías se tienen que someter a las mayorías, de acuerdo al llamado juego democrático en el que todavía convivimos y en el que luchamos. Pero en Bolivia es el tiempo de la mayoría de “poncho y ojotas” que ocupa de manera creciente el escenario boliviano, como en la canción que le rinde tributo a Moto Méndez (“Ay compadre Moto Méndez/héroe de poncho y ojotas/con tu muñón escribiste/con letras rojas la historia”).
Aquel principio y esa práctica la derecha olvida cuando pierde elecciones, pero otros de ese bloque aprenden. Un ex Presidente (en campaña electoral anticipada) dijo de manera implícita que ellos están empeñados en organizar otra mayoría para ganarle a Evo Morales, si a éste le va mal, en diciembre de este año. Ésa es una confesión de parte que se debe tomar en serio. Lo andado por el actual proceso no debe creerse irreversible y dejarse estar, es urgente hacer lo contrario de aquel refrán: hazte de fama y échate en cama. Por ello, hay que seguir la lucha con el estímulo de la fama.
A propósito de estímulos, debemos avanzar sustentados en la victoria popular, en los más de dos millones de electores que votamos por los cambios y contra el latifundio. Mas, una larga lista de analistas, en diversos tonos, dicen o sugieren, que el gobierno de Evo Morales ganó el 25 de enero, pero que se fortaleció la oposición. Otras lisuras se reiteran después de la victoria de los pobres sobre los pocos ricos, esencia de la contienda de este tiempo, la que no es otra cosa que lucha de clases, de naciones y de pueblos. Los perdedores se animan a decir que la nueva CPE es antidemocrática e ilegal, y que hay que reformarla (cuando el constituyente Román Loayza habló de cambios de la posible CPE, aquellos “razonadores” de la derecha respondieron que la propuesta de aquel dirigente campesino mostraba, entre otras cosas peores, un propósito totalitario del gobierno y del MAS.
El debate con aquella intelectualidad, que se aferra al pasado (a lo que también tiene derecho), debe seguir porque todavía es de bajo vuelo.
Sobre estas afirmaciones ensayamos una respuesta: En las últimas décadas en Bolivia no hubo una participación del 90 por ciento de los electores, ni hubo una victoria electoral más democrática que la del 25 de enero, con referendos en los que aquellos más de dos millones votamos por los cambios y para que la propiedad agraria no exceda las 5.000 hectáreas. Sobre esta última decisión (aunque los votos en blanco son muchos, no cuentan en términos electorales) importa mucho decir que en todos los departamentos la votación por aquella extensión máxima de la propiedad de la tierra es mayor que los votos en contra de la nueva CPE. Agregamos que a pesar de esa decisión (contraria al latifundio y por los cambios), las fuerzas del pueblo no alcanzan, en este momento, para la revolución agraria que falta, sobre todo porque en Bolivia, todo el poder, no es del pueblo todavía. Aquella tendrá su momento y a nuestra legítima desesperación debemos morigerarla. Las revoluciones agrarias son parte indisoluble de las otras que transforman la política, la economía, la sociedad, la cultura, toda la formación social. Pero para esas revoluciones se necesita razón y fuerza suficientes (si se acepta este giro periodístico).
Sobre las “ilegalidades” cometidas en la gestación de la nueva CPE, lo que supone romper cristales institucionales, es cierto que hubo y hay bastante de aquello, especialmente, con la aprobación de la nueva Ley Fundamental. Con ésta se sustituye (o se sustituirá, y con lucha) una parte sustancial de la legalidad y de la institucionalidad de viejo cuño, la que defienden los desplazados del poder del que medraron, con ambas manos, durante décadas.
Pensamos que no se debe callar un propósito manifiesto ahora que crece la esperanza con la nueva CPE. Los cambios también quieren decir otra legalidad, otra institucionalidad, otra democracia: la democracia de y para las mayorías.
Acerca de la mayoría, sin embargo, no debemos conformarnos con el apoyo que tienen los cambios en esta patria la que, en primer lugar, es de los que luchan todos los días (los imprescindibles, de acuerdo a Bertolt Brecht) para que pocos patrones dejen de hacer de ella un próspero negocio y con trabajo de otros: hablamos de los que les gusta llamarse “productores”, cuando en realidad son los que reciben un mísero salario los únicos que producen un nuevo valor, precisamente cuando trabajan. (“Me matan si no trabajo/ y si trabajo me matan”, coreaban los años 70 del siglo XX ciertos profesionales que llamaron a votar por el no. A los que vemos ahora de cuerpo entero, con su falsía al viento, la que estuvo oculta para algunos distraídos).
Conocemos testimonios de dirigentes campesinos de Pando que aclaran el porqué allí votaron más por las 5.000 hectáreas que por la nueva CPE. Sucede que en ese departamento el poder, del ex Prefecto y sus socios o palos blancos, todavía no se desmontó como soñamos. Allí el gobierno no hizo construir ni una casa de las prometidas; no compró castaña de los recolectores y productores pequeños debido a lo cual éstos siguen vendiendo aquel fruto a los empresarios grandes; tampoco garantiza la convivencia pacífica, con soluciones reales, a los lugareños sencillos que siguen perseguidos y amenazados por los que ejercen el poder regional pandino. En la nota anterior dijimos que las promesas incumplidas influyeron en compatriotas que apoyan los cambios, pero se desalientan ante la desatención de un gobierno al que, a pesar de todo, respaldan en tanto impulsa cambios, pero que reprueban de aquél que las “obras” comprometidas sean palabras apenas.
Ante esa realidad preocupante, la gestión gubernamental tiene que ser retomada en todo ámbito para lograr que sea más efectiva. Son innumerables los ejemplos de ineficiencia e ineficacia que se pueden citar. Empero, baste decir que lo que ocurre con el plan de vivienda es un ejemplo de lo que no se debe hacer.
Otro caso es la administración, errática hasta este momento, de YPFB. Un resultado de ello es que, probablemente, disminuyó la producción de petróleo y gas en un 30 por ciento: a eso debe ponerse punto final. La destitución del presidente de aquella empresa estatal, Santos Ramírez (que parece no ser tan santo), empieza a explicar el porqué aquella administración “chambona”. La intervención a YPFB, esperamos que ayude en la ejecución sin dilaciones del anuncio del Presidente de la República: investigar, procesar y sancionar a los principales ejecutivos de la empresa estatal que lo merezcan. Es lo menos que se debe hacer para resarcir siquiera en parte el daño político y el posible perjuicio económico. La moraleja inicial es que no se debe dejar a cualquier gato a que cuide la carnicería ¡y qué carnicería!
Los que estamos en el llano y apoyamos al proceso y al gobierno, en las buenas y en las malas, tenemos que aportar a la organización, a la unidad y a la reafirmación de la conciencia política de los alzados que cambian Bolivia, a pesar de todo.
Con preferencia debemos trabajar enre las capas medias. Dijimos antes que éstas tienen que realizarse dentro y como parte del actual proceso. La única ruina (hay que confesarlo) tiene que llegar a los pocos millonarios que sienten que no sólo pierden referendos, sino privilegios, y sólo dejan de ganar como antes, porque tampoco pierden como aseguran.
Una tarea fundamental tenemos entre todas las otras: participar, con los recursos a nuestro alcance, de la difusión y de la lucha de ideas, avisados de que las ideas que no se conocen, no luchan, como dice la Federación Latinoamericana de Periodistas (Felap).
Difusión y lucha de ideas para afirmar a los partidarios de los cambios, para ganar a los que se alejan a costa de mentiras, para convencer de nuevo a los que se descorazonan frente a las dificultades y los actos de corrupción, y al menos para problematizar a los que defienden intereses que no son los suyos. En suma, para sembrar conciencia en todos ellos. Así contribuiremos a la defensa, consolidación y profundización de los cambios en Bolivia, seguros de que con la nueva CPE crece la esperanza.
La Paz, 31 de enero de 2009.
*Periodista
En la todavía limitada democracia en la que antes la derecha se movía a sus anchas, el pueblo que marcha con botas de siete leguas aprende y enseña mucho en un escenario al que otrora se lo convocaba a veces, y al que ahora concurre con más frecuencia y en el que ganamos como para saltar de contentos; tanto, que intelectuales que ayer coqueteaban con “las masas” y cuya obra se inspiraba en sus luchas, actualmente reniegan, por ejemplo, ante los referéndum.
Es que se altera el actual régimen democrático por la acción de los trabajadores y el pueblo, de los campesinos e indígenas especialmente, porque ellos son los actores políticos de las transformaciones, las se acentuarán con la nueva Constitución Política del Estado (CPE), destinada a convertirse en la reforma jurídica y política más importante de la transición boliviana (con las leyes que la deben complementar), pero en la medida en que se aplique sin concesiones que provoquen regresiones. Si para lograr ese objetivo es necesario un acuerdo político gobierno-oposición, que se establezca, pero de él tienen que ganar las regiones, el pueblo y el país.
Se trata, pues, del alumbramiento de otra institucionalidad y de otra legalidad, las que no sólo tienen que ser amamantadas y creer, sino que deben vencer la resistencia de la derecha, en sus más distintas variantes, la que tiene apoyo del imperialismo. Esa nueva institucionalidad y esa nueva legalidad, al fin de cuentas, se convertirán en dominantes un día, por ello resulta un lamento agónico el de voceros del viejo orden que reclaman respeto al derecho de las minorías. Éstas tienen derecho a existir, incluso según las recientes reglas. Sin embargo, de las viejas reglas, una no tiene que sepultarse: las minorías se tienen que someter a las mayorías, de acuerdo al llamado juego democrático en el que todavía convivimos y en el que luchamos. Pero en Bolivia es el tiempo de la mayoría de “poncho y ojotas” que ocupa de manera creciente el escenario boliviano, como en la canción que le rinde tributo a Moto Méndez (“Ay compadre Moto Méndez/héroe de poncho y ojotas/con tu muñón escribiste/con letras rojas la historia”).
Aquel principio y esa práctica la derecha olvida cuando pierde elecciones, pero otros de ese bloque aprenden. Un ex Presidente (en campaña electoral anticipada) dijo de manera implícita que ellos están empeñados en organizar otra mayoría para ganarle a Evo Morales, si a éste le va mal, en diciembre de este año. Ésa es una confesión de parte que se debe tomar en serio. Lo andado por el actual proceso no debe creerse irreversible y dejarse estar, es urgente hacer lo contrario de aquel refrán: hazte de fama y échate en cama. Por ello, hay que seguir la lucha con el estímulo de la fama.
A propósito de estímulos, debemos avanzar sustentados en la victoria popular, en los más de dos millones de electores que votamos por los cambios y contra el latifundio. Mas, una larga lista de analistas, en diversos tonos, dicen o sugieren, que el gobierno de Evo Morales ganó el 25 de enero, pero que se fortaleció la oposición. Otras lisuras se reiteran después de la victoria de los pobres sobre los pocos ricos, esencia de la contienda de este tiempo, la que no es otra cosa que lucha de clases, de naciones y de pueblos. Los perdedores se animan a decir que la nueva CPE es antidemocrática e ilegal, y que hay que reformarla (cuando el constituyente Román Loayza habló de cambios de la posible CPE, aquellos “razonadores” de la derecha respondieron que la propuesta de aquel dirigente campesino mostraba, entre otras cosas peores, un propósito totalitario del gobierno y del MAS.
El debate con aquella intelectualidad, que se aferra al pasado (a lo que también tiene derecho), debe seguir porque todavía es de bajo vuelo.
Sobre estas afirmaciones ensayamos una respuesta: En las últimas décadas en Bolivia no hubo una participación del 90 por ciento de los electores, ni hubo una victoria electoral más democrática que la del 25 de enero, con referendos en los que aquellos más de dos millones votamos por los cambios y para que la propiedad agraria no exceda las 5.000 hectáreas. Sobre esta última decisión (aunque los votos en blanco son muchos, no cuentan en términos electorales) importa mucho decir que en todos los departamentos la votación por aquella extensión máxima de la propiedad de la tierra es mayor que los votos en contra de la nueva CPE. Agregamos que a pesar de esa decisión (contraria al latifundio y por los cambios), las fuerzas del pueblo no alcanzan, en este momento, para la revolución agraria que falta, sobre todo porque en Bolivia, todo el poder, no es del pueblo todavía. Aquella tendrá su momento y a nuestra legítima desesperación debemos morigerarla. Las revoluciones agrarias son parte indisoluble de las otras que transforman la política, la economía, la sociedad, la cultura, toda la formación social. Pero para esas revoluciones se necesita razón y fuerza suficientes (si se acepta este giro periodístico).
Sobre las “ilegalidades” cometidas en la gestación de la nueva CPE, lo que supone romper cristales institucionales, es cierto que hubo y hay bastante de aquello, especialmente, con la aprobación de la nueva Ley Fundamental. Con ésta se sustituye (o se sustituirá, y con lucha) una parte sustancial de la legalidad y de la institucionalidad de viejo cuño, la que defienden los desplazados del poder del que medraron, con ambas manos, durante décadas.
Pensamos que no se debe callar un propósito manifiesto ahora que crece la esperanza con la nueva CPE. Los cambios también quieren decir otra legalidad, otra institucionalidad, otra democracia: la democracia de y para las mayorías.
Acerca de la mayoría, sin embargo, no debemos conformarnos con el apoyo que tienen los cambios en esta patria la que, en primer lugar, es de los que luchan todos los días (los imprescindibles, de acuerdo a Bertolt Brecht) para que pocos patrones dejen de hacer de ella un próspero negocio y con trabajo de otros: hablamos de los que les gusta llamarse “productores”, cuando en realidad son los que reciben un mísero salario los únicos que producen un nuevo valor, precisamente cuando trabajan. (“Me matan si no trabajo/ y si trabajo me matan”, coreaban los años 70 del siglo XX ciertos profesionales que llamaron a votar por el no. A los que vemos ahora de cuerpo entero, con su falsía al viento, la que estuvo oculta para algunos distraídos).
Conocemos testimonios de dirigentes campesinos de Pando que aclaran el porqué allí votaron más por las 5.000 hectáreas que por la nueva CPE. Sucede que en ese departamento el poder, del ex Prefecto y sus socios o palos blancos, todavía no se desmontó como soñamos. Allí el gobierno no hizo construir ni una casa de las prometidas; no compró castaña de los recolectores y productores pequeños debido a lo cual éstos siguen vendiendo aquel fruto a los empresarios grandes; tampoco garantiza la convivencia pacífica, con soluciones reales, a los lugareños sencillos que siguen perseguidos y amenazados por los que ejercen el poder regional pandino. En la nota anterior dijimos que las promesas incumplidas influyeron en compatriotas que apoyan los cambios, pero se desalientan ante la desatención de un gobierno al que, a pesar de todo, respaldan en tanto impulsa cambios, pero que reprueban de aquél que las “obras” comprometidas sean palabras apenas.
Ante esa realidad preocupante, la gestión gubernamental tiene que ser retomada en todo ámbito para lograr que sea más efectiva. Son innumerables los ejemplos de ineficiencia e ineficacia que se pueden citar. Empero, baste decir que lo que ocurre con el plan de vivienda es un ejemplo de lo que no se debe hacer.
Otro caso es la administración, errática hasta este momento, de YPFB. Un resultado de ello es que, probablemente, disminuyó la producción de petróleo y gas en un 30 por ciento: a eso debe ponerse punto final. La destitución del presidente de aquella empresa estatal, Santos Ramírez (que parece no ser tan santo), empieza a explicar el porqué aquella administración “chambona”. La intervención a YPFB, esperamos que ayude en la ejecución sin dilaciones del anuncio del Presidente de la República: investigar, procesar y sancionar a los principales ejecutivos de la empresa estatal que lo merezcan. Es lo menos que se debe hacer para resarcir siquiera en parte el daño político y el posible perjuicio económico. La moraleja inicial es que no se debe dejar a cualquier gato a que cuide la carnicería ¡y qué carnicería!
Los que estamos en el llano y apoyamos al proceso y al gobierno, en las buenas y en las malas, tenemos que aportar a la organización, a la unidad y a la reafirmación de la conciencia política de los alzados que cambian Bolivia, a pesar de todo.
Con preferencia debemos trabajar enre las capas medias. Dijimos antes que éstas tienen que realizarse dentro y como parte del actual proceso. La única ruina (hay que confesarlo) tiene que llegar a los pocos millonarios que sienten que no sólo pierden referendos, sino privilegios, y sólo dejan de ganar como antes, porque tampoco pierden como aseguran.
Una tarea fundamental tenemos entre todas las otras: participar, con los recursos a nuestro alcance, de la difusión y de la lucha de ideas, avisados de que las ideas que no se conocen, no luchan, como dice la Federación Latinoamericana de Periodistas (Felap).
Difusión y lucha de ideas para afirmar a los partidarios de los cambios, para ganar a los que se alejan a costa de mentiras, para convencer de nuevo a los que se descorazonan frente a las dificultades y los actos de corrupción, y al menos para problematizar a los que defienden intereses que no son los suyos. En suma, para sembrar conciencia en todos ellos. Así contribuiremos a la defensa, consolidación y profundización de los cambios en Bolivia, seguros de que con la nueva CPE crece la esperanza.
La Paz, 31 de enero de 2009.
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