Dunia Sandoval Arenas
La encomienda era en 1630, “un contrato que hace el rey con el encomendero, que obliga, a ambos contrayentes: al rey a que ceda al encomendero la percepción de los tributos; al encomendero a que instruya al indio que recibe bajo su amparo en ánimo de prudencia divina y humana y a defender la provincia a su costa, como feudatario”. El repartimiento de tierras coincidía con la encomienda de “enseñanza religiosa” Entonces bajo el pretexto de enseñanza, se manifiestan los privilegios de los españoles y la sumisión personal, entrega de especies o contribución monetaria. El trabajo servil significaba que el encomendero disponía del trabajo y de la vida de los que vivían en su territorio, para garantizar el cumplimiento del trabajo se usaba la coacción, es decir, castigos físicos que en ocasiones llegaban a extremos de crueldad. Lo tradicional eran los azotes, el cepo, los abusos sexuales.En el oriente boliviano, el “patrón” exigía lealtad absoluta, y estaba prohibido, bajo pena de muerte, salir del territorio de la hacienda. Estas relaciones de explotación eran encubiertas con relaciones de padrinazgo, de los hijos y la “aculturación” de poblaciones indígenas que asumían idioma, religión, y costumbres sociales de los patrones e incluso sus apellidos, presentados como “superiores” y anulando así las organizaciones propias e identidad de los pueblos indígenas.Actualmente, todavía subsisten pueblos indígenas bajo situación de cautiverio, cuyo origen está en las formas de dominación establecida por la administración española durante la época colonial, que fueron seguidas por los “criollos”, hijos de españoles, que en algunas zonas y casos, mantuvieron con pocos cambios las formas de explotación a los indígenas.Aunque la gobernación de Santa Cruz no estaba comprendida en la mita. Los originarios de tierras bajas estaban permanentemente acosados por los “cazadores” de personas, quienes los esclavizaban y llevaban para vender a Potosí.El proceso de encomienda empezó con los fundadores de las ciudades de Santa Cruz de la Sierra, Ñuflo de Chávez y Andrés Manso, La Barranca. “Comenzando la tarea de repartir tierras y encomiendas los capitanes Manso y Chaves, desde el momento mismo de las fundaciones de La Barranca y Santa Cruz de la Sierra en 1561. Atendiendo a lo dispuesto en las instructivas dadas a los mencionados capitanes por el virrey Hurtado de Mendoza.”“Dejando constancia en la relación de servicios del mencionado Capitán Chaves, que fundó en nombre de Dios y de Su Majestad el Rey e el ilustre señor don García Y Manrique la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, el 26 de febrero de 1561 en mérito a la autoridad que ejercía en la naciente provincia. Prosiguiendo luego a nuevas entradas en busca de mayores descubrimientos en la región de Mojos, por su incansable deseo de desencantar la tierra y poblarla para el bien de la Madre Iglesia y S; el Rey.” En realidad hubieron 90 fundadores de la ciudad y 89 repartimientos, lo que implicaba repartimiento de tierras y encomienda de los nativos. El Cabildo de la ciudad de Santa Cruz dio instrucciones al capitán Hernando de Salazar solicitar al virrey del Perú la aprobación de los repartimientos y encomiendas realizadas la gobernación titular para el capitán Ñuflo de Chaves, “Que todos los pueblos de indios que ha repartido y reparta el capitán Chaves se perpetúen en las personas que se han encomendado y a sus descendientes atendiendo a ser los primeros conquistadores y pobladores y que en la conquista y pacificación han trabajado y gastado mucho a su costa. Y que dicha sucesión sea con cuatro o cinco vidas o más”Los conquistadores tomaban el descubrimiento y colonización de tierras como un negocio, para recuperar su inversión pedían indígenas que trabajen gratuitamente, en sometimiento por varias generaciones. En los hechos, aún cuando se dio la independencia de España y creación de Bolivia en 1825. Muchos pueblos indígenas de tierras bajas, seguían sometidos, mientras que otros continuaban resistiendo, al proceso de “pacificación”Análisis del Himno a Santa CruzEn primer lugar, fue escrito en la década de 1920, alrededor de cien años después de la independencia. El contexto de esa época era los gobiernos oligarcas liberales, que excluían completamente a las poblaciones indígenas. Sus referentes eran las culturas europeas, especialmente Francia e Inglaterra.Entonces, en ese contexto, el Himno a Santa Cruz es un elogio a los conquistadores españoles y no a la independencia de la corona española; como lo es el Himno Nacional de Bolivia.Bajo el cielo más puro de América(Se refiere a la pureza de la naturaleza, sin contaminación)Y en la tierra de Ñuflo de Chávez(La tierra de Santa Cruz, es propiedad de Ñuflo de Chávez, por eso la repartió, no se reconoce en absoluto la existencia de los pueblos indígenas)Libertad van trinando las aves, de su veste ostentando el primorDe las flores el mundo galano, su ambrosía perfumada ofreciendoLa palabra libertad está vacía de contenido, se refiere solamente a la libertad de la naturaleza, a la belleza de la naturaleza, no a una libertad política o independencia de España.La España grandiosa con hado benigno aquí plantó el signo de la redenciónSe alaba al imperio colonial Español y se da el juicio de que era un destino bueno y positivo, seguramente desde su punto de vista, pero significó la destrucción de gran parte de las culturas de los pueblos originarios, la explotación y los abusos. Desde las cruzadas, hasta la conquista de América tuvo una utilización de la religión católica para favorecer a los conquistadores, que no corresponde al mensaje evangélico. La existencia de las torturas en la inquisición de Lima, fueron la máxima expresión de ese proceso, sobre el cual la Iglesia ha reflexionado y lo reconoce. Un sistema más suave fue el de los misioneros jesuitas. Pero en general, el papel de la Iglesia fue apoyo a los abusos de la conquista y eso se reivindica en el himno a Santa Cruz como positivo.En síntesis, al cantar la letra del himno cruceño, estamos alabando al proceso de colonización y no al orgullo de ser independientes. Aunque en una estrofa que no se canta, se menciona a Warnes, no tiene coherencia con el contenido general del himno.Es el momento de iniciar un debate sobre el contenido histórico de los mensajes que transmitimos ya que estamos en otra etapa de reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas. En esta etapa no se puede seguir repitiendo sin analizar, solo así seremos capaces, como cruceños y bolivianos de encontrar nuestra propia identidad en lugar de rechazarnos a nosotros mismos, acomplejarnos de nuestra herencia indígena
martes, 23 de junio de 2009
lunes, 15 de junio de 2009
Los verdaderos centinelas de la amazonia peruana caen por defenderla
De sábado a sábado
Remberto Cárdenas Morales*
Indígenas, los verdaderos centinelas de la amazonia peruana, han muerto en un número indeterminado y continúan desaparecidos tantos otros en defensa de su hábitat natural y para impedir que las empresas transnacionales se apropien de la reserva ecológica más importante del mundo y la destruyan, al explotar los hidrocarburos, entre otras las riquezas del subsuelo.
La movilización de aquellos pueblos originarios, que se mantenía el momento de enviar esta nota, a pesar de la matanza, arrancó hace semanas y la causa principal es de tipo material, como las condiciones de vida y de trabajo imperantes allí, así como debido a la concesión del Estado peruano a empresas transnacionales del derecho de exploración y explotación de gas y petróleo, de los bosques y la consiguiente degradación de la biodiversidad (recursos biológicos), propios de la selva amazónica.
Esa selva es, asimismo, el hábitat natural de aquellos pueblos. Allí éstos tienen su territorio, en él buscan autodeterminarse (autonomía) y con las costumbres como normas o derecho consuetudinario para autogobernarse. Los recursos naturales renovables sirven, además, como sustento de aquellas comunidades humanas. Por tanto, el accionar suyo se despliega en defensa de su propia existencia. Se trata de precautelar la vida de los indígenas, el más importante de los derechos humanos, junto a los derechos económicos y sociales.
Las ideas liberadoras, la participación creciente en la política de este tiempo, el ejemplo de la lucha de los pueblos indígenas de nuestra América (en particular de los bolivianos) influyen cada vez en mayor escala y en una más amplia extensión geográfica. La fuerza del ejemplo, en el accionar liberador de nuestros pueblos, es un fenómeno que viene de lejos y no hay fuerza conservadora o reaccionaria que lo impida y, masacres como la de Bagua, tampoco.
La realidad interna peruana es la que gesta la lucha de los indígenas amazónicos de aquel país, como factor esencial, pero sería un disfavor a nuestros pueblos negar la influencia recíproca entre ellos. Accionar que, asimismo, se apoya en convenios internacionales como el 169 de la OIT y la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas de la ONU de 2007.
Sin embargo, culpar al “comunismo internacional” de haber inducido a los indígenas peruanos a la protesta (en la prometedora extensión y profundidad conocidas) es como decir por ellos que “no son ciudadanos de primera clase”. Ambas afirmaciones corresponden al presidente de Perú, Alan García Pérez, con lo que muestra el lugar en el que se encuentra y el papel que desempeña ahora que la mayoría de los pueblos de la región latinoamericana, pese a insuficiencias y fallas, luchan por su segunda y definitiva independencia (confiamos que así sea), encabezados por gobiernos democráticos y populares que se enfrentan, en grados distintos pero convergentes, al imperialismo y las derechas criollas.
La carta de Evo Morales, que contiene ideas que evalúan la lucha de los pueblos indígenas, del pasado y del presente, así como propone otras para la rebelión y la revolución contemporáneas, creemos, pretende: ayudar a la orientación de esos pueblos (reunidos en Puno los últimos días de mayo) y aportar a la elaboración del programa continental de aquellos hermanos y compañeros de infortunios y de batallas por la emancipación verdadera.
Los gobernantes y líderes políticos peruanos que culpan a esa carta, del Presidente boliviano, de agitar a los originarios de la selva peruana, se presentan de cuerpo entero: ellos saben que un mensaje, como el de esa carta, es un elemento que puede acrecentar la conciencia política de los actores de la selva, pero no es ni el único ni el determinante. Que un diputado peruano calcule los gastos de los alzados en la amazonia de su país y afirme que el gobierno boliviano corre con esos gastos, da cuenta de una pobreza de argumentos. Nosotros respondemos que los pueblos ejercerían un derecho si a la solidaridad política acompañan, además, apoyo material. Un día lo harán para financiar, por ejemplo, un bloqueo de caminos. No debemos perder de vista, al menos entre la gente sencilla, que cuando en Bolivia se impulsa una campaña de alfabetización o de salud, con la cooperación de Cuba y Venezuela, se materializa respaldo político y económico. Eso no sólo se debe agradecer (como lo hacemos en estas tierras), debemos explicar que aquella solidaridad evidencia que, las reformas avanzadas que tienen lugar en Bolivia, cuentan con aquel apoyo que necesitamos y al que no renunciaremos, aunque chille la derecha en todos los tonos.
La solidaridad con los indígenas peruanos y, en particular, con los familiares de los caídos y desparecidos que se extiende más allá de nuestra América es algo que incomoda a los gobernantes peruanos porque la exigencia es, asimismo, que esos crímenes que ofenden a la humanidad sean investigados, juzgados y castigados. Es decir, que no queden impunes y que se haga justicia a las víctimas. Por ello, de algo tendrán que estar seguros los autores materiales e intelectuales de la matanza de Bacua: no habrá “ni olvido ni perdón” para ellos. Es que la denuncia de esos crímenes de lesa humanidad debe seguir sin tregua.
El apoyo a los peruanos de la selva alistados en las batallas en defensa de la amazonia nada tiene de injerencia. Las que meten sus manos sucias allí, con bastante frecuencia, son las empresas transnacionales porque en la América nuestra (que tiene abiertas todavía muchas de sus venas) amasan riquezas a costa de innumerables vidas y de horrendos crímenes.
A. García cuando dice que los indígenas “no son ciudadanos de primera clase”, resume el criterio de las clases sociales dominantes de Perú, esto es, de lo más conservador y reaccionario del país vecino. Esa afirmación, digna de enriquecer una antología de la “estupidez política” de la derecha latinoamericana, contrasta con lo que aquellos grupos sociales ganan precisamente con la obra de los incas (también indígenas), como Machu Picchu, acaso el mejor atractivo turístico, el que también genera importantes ingresos para el Estado peruano. Además, los gobernantes de Perú aseguran que promocionan el ecoturismo hacia la selva amazónica de aquel país, lugar en el que la cultura indígena ocupa un lugar preponderante.
El Presidente de Perú dijo, también, que desde fuera de su país se oponen al desarrollo peruano y reclamó que se los deje crecer como los peruanos decidan. Esa es otra falacia de aquel gobernante. Aunque allí se registra crecimiento económico, cabe aclarar que la distribución de esa riqueza nacional no se reparte en una proporción que beneficie a los que más necesitan. Con seguridad de que la mayor parte de esos ingresos llega preferentemente a los sectores pudientes, con lo que se enriquecen más.
Precisamente los indígenas amazónicos y el pueblo peruano que los apoya (con marchas y un paro nacional), se oponen a los convenios económicos entre Perú y Estados Unidos porque advierten que con ellos ganará más este último. Así se descubre el rasgo antiimperialista de los indígenas de la selva peruana que, hasta hace horas, mantenían bloqueada una carretera en la amazonia con el que exigen atención del gobierno a su legítima demanda.
Como resultado de aquella lucha, aunque después de la sangre con la que se tiñe la selva amazónica, los parlamentarios peruanos sólo han suspendido (y no abrogado) la aplicación de una de las normas rechazadas, por 90 días, porque facilitarían la depredación de aquella gigantesca reserva natural.
Como otra demostración de la naturaleza del actual gobierno peruano cabe rememorar otra afirmación de dos voceros suyos: “Teníamos que imponer el orden y la disciplina”, dijo el Presidente del Consejo de Ministros de Perú, Yehude Simon, en tanto que la ministra del Interior, Mercedes Cabanillas, afirmó que “Era necesario restablecer el orden”. Ante aquellas confesiones coincidentes sobran más pruebas: en el Perú gobierna una dictadura constitucional. Dictadura constitucional porque el que allí buscan restablecer (sigue convulsa la selva peruana) es el viejo orden, de explotación y de opresión, el que quieren cambiar los indígenas y todo el pueblo de aquel país.
La línea que aplican los indígenas peruanos, complementada en el último tiempo, fue propuesta por José Carlos Mariátegui cuando dice que: “El problema indígena se identifica con el problema de la tierra”. Y que “La lucha de los indios contra los gamonales ha estribado invariablemente en la defensa de sus tierras contra la absorción y el despojo”. Actualmente se puede hablar del problema de la tierra y del territorio, de éste en particular, como demanda sustancial de los guardianes de la selva amazónica en Perú, a los que con legitimidad se los debe considerar como verdaderos guardianes de aquella reserva de biodiversidad y ecológica para la humanidad, a condición de que seamos capaces de impedir (junto a los indígenas) que las empresas transnacionales la depreden.
La Paz, 13 de junio de 2009.
* Periodista
Remberto Cárdenas Morales*
Indígenas, los verdaderos centinelas de la amazonia peruana, han muerto en un número indeterminado y continúan desaparecidos tantos otros en defensa de su hábitat natural y para impedir que las empresas transnacionales se apropien de la reserva ecológica más importante del mundo y la destruyan, al explotar los hidrocarburos, entre otras las riquezas del subsuelo.
La movilización de aquellos pueblos originarios, que se mantenía el momento de enviar esta nota, a pesar de la matanza, arrancó hace semanas y la causa principal es de tipo material, como las condiciones de vida y de trabajo imperantes allí, así como debido a la concesión del Estado peruano a empresas transnacionales del derecho de exploración y explotación de gas y petróleo, de los bosques y la consiguiente degradación de la biodiversidad (recursos biológicos), propios de la selva amazónica.
Esa selva es, asimismo, el hábitat natural de aquellos pueblos. Allí éstos tienen su territorio, en él buscan autodeterminarse (autonomía) y con las costumbres como normas o derecho consuetudinario para autogobernarse. Los recursos naturales renovables sirven, además, como sustento de aquellas comunidades humanas. Por tanto, el accionar suyo se despliega en defensa de su propia existencia. Se trata de precautelar la vida de los indígenas, el más importante de los derechos humanos, junto a los derechos económicos y sociales.
Las ideas liberadoras, la participación creciente en la política de este tiempo, el ejemplo de la lucha de los pueblos indígenas de nuestra América (en particular de los bolivianos) influyen cada vez en mayor escala y en una más amplia extensión geográfica. La fuerza del ejemplo, en el accionar liberador de nuestros pueblos, es un fenómeno que viene de lejos y no hay fuerza conservadora o reaccionaria que lo impida y, masacres como la de Bagua, tampoco.
La realidad interna peruana es la que gesta la lucha de los indígenas amazónicos de aquel país, como factor esencial, pero sería un disfavor a nuestros pueblos negar la influencia recíproca entre ellos. Accionar que, asimismo, se apoya en convenios internacionales como el 169 de la OIT y la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas de la ONU de 2007.
Sin embargo, culpar al “comunismo internacional” de haber inducido a los indígenas peruanos a la protesta (en la prometedora extensión y profundidad conocidas) es como decir por ellos que “no son ciudadanos de primera clase”. Ambas afirmaciones corresponden al presidente de Perú, Alan García Pérez, con lo que muestra el lugar en el que se encuentra y el papel que desempeña ahora que la mayoría de los pueblos de la región latinoamericana, pese a insuficiencias y fallas, luchan por su segunda y definitiva independencia (confiamos que así sea), encabezados por gobiernos democráticos y populares que se enfrentan, en grados distintos pero convergentes, al imperialismo y las derechas criollas.
La carta de Evo Morales, que contiene ideas que evalúan la lucha de los pueblos indígenas, del pasado y del presente, así como propone otras para la rebelión y la revolución contemporáneas, creemos, pretende: ayudar a la orientación de esos pueblos (reunidos en Puno los últimos días de mayo) y aportar a la elaboración del programa continental de aquellos hermanos y compañeros de infortunios y de batallas por la emancipación verdadera.
Los gobernantes y líderes políticos peruanos que culpan a esa carta, del Presidente boliviano, de agitar a los originarios de la selva peruana, se presentan de cuerpo entero: ellos saben que un mensaje, como el de esa carta, es un elemento que puede acrecentar la conciencia política de los actores de la selva, pero no es ni el único ni el determinante. Que un diputado peruano calcule los gastos de los alzados en la amazonia de su país y afirme que el gobierno boliviano corre con esos gastos, da cuenta de una pobreza de argumentos. Nosotros respondemos que los pueblos ejercerían un derecho si a la solidaridad política acompañan, además, apoyo material. Un día lo harán para financiar, por ejemplo, un bloqueo de caminos. No debemos perder de vista, al menos entre la gente sencilla, que cuando en Bolivia se impulsa una campaña de alfabetización o de salud, con la cooperación de Cuba y Venezuela, se materializa respaldo político y económico. Eso no sólo se debe agradecer (como lo hacemos en estas tierras), debemos explicar que aquella solidaridad evidencia que, las reformas avanzadas que tienen lugar en Bolivia, cuentan con aquel apoyo que necesitamos y al que no renunciaremos, aunque chille la derecha en todos los tonos.
La solidaridad con los indígenas peruanos y, en particular, con los familiares de los caídos y desparecidos que se extiende más allá de nuestra América es algo que incomoda a los gobernantes peruanos porque la exigencia es, asimismo, que esos crímenes que ofenden a la humanidad sean investigados, juzgados y castigados. Es decir, que no queden impunes y que se haga justicia a las víctimas. Por ello, de algo tendrán que estar seguros los autores materiales e intelectuales de la matanza de Bacua: no habrá “ni olvido ni perdón” para ellos. Es que la denuncia de esos crímenes de lesa humanidad debe seguir sin tregua.
El apoyo a los peruanos de la selva alistados en las batallas en defensa de la amazonia nada tiene de injerencia. Las que meten sus manos sucias allí, con bastante frecuencia, son las empresas transnacionales porque en la América nuestra (que tiene abiertas todavía muchas de sus venas) amasan riquezas a costa de innumerables vidas y de horrendos crímenes.
A. García cuando dice que los indígenas “no son ciudadanos de primera clase”, resume el criterio de las clases sociales dominantes de Perú, esto es, de lo más conservador y reaccionario del país vecino. Esa afirmación, digna de enriquecer una antología de la “estupidez política” de la derecha latinoamericana, contrasta con lo que aquellos grupos sociales ganan precisamente con la obra de los incas (también indígenas), como Machu Picchu, acaso el mejor atractivo turístico, el que también genera importantes ingresos para el Estado peruano. Además, los gobernantes de Perú aseguran que promocionan el ecoturismo hacia la selva amazónica de aquel país, lugar en el que la cultura indígena ocupa un lugar preponderante.
El Presidente de Perú dijo, también, que desde fuera de su país se oponen al desarrollo peruano y reclamó que se los deje crecer como los peruanos decidan. Esa es otra falacia de aquel gobernante. Aunque allí se registra crecimiento económico, cabe aclarar que la distribución de esa riqueza nacional no se reparte en una proporción que beneficie a los que más necesitan. Con seguridad de que la mayor parte de esos ingresos llega preferentemente a los sectores pudientes, con lo que se enriquecen más.
Precisamente los indígenas amazónicos y el pueblo peruano que los apoya (con marchas y un paro nacional), se oponen a los convenios económicos entre Perú y Estados Unidos porque advierten que con ellos ganará más este último. Así se descubre el rasgo antiimperialista de los indígenas de la selva peruana que, hasta hace horas, mantenían bloqueada una carretera en la amazonia con el que exigen atención del gobierno a su legítima demanda.
Como resultado de aquella lucha, aunque después de la sangre con la que se tiñe la selva amazónica, los parlamentarios peruanos sólo han suspendido (y no abrogado) la aplicación de una de las normas rechazadas, por 90 días, porque facilitarían la depredación de aquella gigantesca reserva natural.
Como otra demostración de la naturaleza del actual gobierno peruano cabe rememorar otra afirmación de dos voceros suyos: “Teníamos que imponer el orden y la disciplina”, dijo el Presidente del Consejo de Ministros de Perú, Yehude Simon, en tanto que la ministra del Interior, Mercedes Cabanillas, afirmó que “Era necesario restablecer el orden”. Ante aquellas confesiones coincidentes sobran más pruebas: en el Perú gobierna una dictadura constitucional. Dictadura constitucional porque el que allí buscan restablecer (sigue convulsa la selva peruana) es el viejo orden, de explotación y de opresión, el que quieren cambiar los indígenas y todo el pueblo de aquel país.
La línea que aplican los indígenas peruanos, complementada en el último tiempo, fue propuesta por José Carlos Mariátegui cuando dice que: “El problema indígena se identifica con el problema de la tierra”. Y que “La lucha de los indios contra los gamonales ha estribado invariablemente en la defensa de sus tierras contra la absorción y el despojo”. Actualmente se puede hablar del problema de la tierra y del territorio, de éste en particular, como demanda sustancial de los guardianes de la selva amazónica en Perú, a los que con legitimidad se los debe considerar como verdaderos guardianes de aquella reserva de biodiversidad y ecológica para la humanidad, a condición de que seamos capaces de impedir (junto a los indígenas) que las empresas transnacionales la depreden.
La Paz, 13 de junio de 2009.
* Periodista
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